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Lic. Martin Maydana 
A los 20 años, uno mira hacia adelante y grita: quiero cambiar. A los 40, uno mira hacia atrás y dice pausadamente: quiero cambiar. Por lo que falta vivir o por lo que se ha vivido, el sueño de no quedar inmóvil, de no verse asfixiado por una camisa de fuerza mental nos invade a -casi- todos. Así, la quietud se convierte en una palabra con aura negativa ligada a la cobardía y al aburrimiento y se contrapone con la fuerza del andar.
Tanto valor ha adquirido el cambio que a veces es necesario mostrarlo con exasperación. La gente, por ejemplo, se tiñe el pelo de color naranja y cuando se le pregunta por qué, surge la inevitable respuesta: "Para cambiar". Las novedades cromáticas en el cabello suelen ser divertidas, de eso no hay duda. Pero surge el interrogante de si los atípicos tonos logran enraizarse en la persona.

 

​A veces es cierto, hay que modificar la apariencia, luego lo fundamental. El único problema pasa por recordar que lo cosmético es tentador pero que si todos los días invertimos nuestra energía en el maquillaje... nos va a quedar poca potencia para las decisiones contundentes. ¿No conocen, acaso, personas que siempre sorprenden a primera vista por lo distinto, por lo nuevo, por lo llamativo, y que luego, como gelatinas mal refrigeradas, se hacen agua en pocos minutos?

 

Existen, sin embargo, otros cambios.

Esos que se palpan interiormente, que se intuyen sin necesidad de exclamarlos. Son los más tozudos, los difíciles de revertir, los que en vez de añorar se proyectan hacia adelante. Ahí es donde aparece la palabra crecer. Si hubiera que definirla, uno diría que se relaciona con la toma de decisiones. El que no se anima, el que acepta lo dado se queda en una especie de niñez permanente. Ser adulto no tiene que ver con la edad sino con la capacidad de enfrentar un camino que se abre y no quedarse paralizado.

J.D.U. (Revista Latido, 1999)

HAY QUIENES PIENSAN QUE EN UNA ÉPOCA DIFÍCIL ES MEJOR NO HABLAR DE LA ALEGRÍA.

-QUE ESTOY EN OTRA, QUE NO HAY CLIMA PARA LA SONRISA.

-QUE NO TENGO GANAS DE LEVANTARME, QUE EL DÍA SE PARECE DEMASIADO A LA NOCHE.

 

CREO QUE NO TIENEN RAZÓN. ¿ACASO DISCÉPOLO NO LO ADELANTÓ: QUE EL MUNDO FUE Y SERÁ

UNA PORQUERÍA YA LO SÉ?

SIN EMBARGO, ÉL APOSTÓ A ARRANCAR UNA POESÍA ALLÍ DONDE PARECÍA QUE POCO PODÍA CRECER.

POR ESO-Y POR ESA PEQUEÑA LUZ QUE TUVISTE AYER, POR AQUELLA PICARDÍA QUE HARÁS MAÑANA-ESTE ESPACIO HABLA DE LA ALEGRÍA. DE LAS MUY CHIQUITAS: DEL AGUA QUE TE ACARICIA CADA MAÑANA CUANDO TE DUCHÁS, DE PATEAR UNA PELOTA, DE LEER ALGO QUE TE DA PLACER. Y DE LAS NO TAN CHIQUITAS, PORQUE ALGUNA VEZ TAMBIÉN MERECEMOS EMBORRACHARNOS DE DICHA. AUNQUE EL MUNDO NOS MIRE RARO.

 

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